Cuando era niña, vivía con mis padres en
un bloque de viviendas. Mi piso se encontraba en la séptima planta. Muchos de nuestros
vecinos tenían animales en sus casas. Los más frecuentes eran los perros.
Alrededor de mi bloque había muchas plantas, árboles y mucho espacio libre. Por eso los alrededores
eran perfectos para dar paseos con los animales.
Un día, nuestra vecina que vivía
en un piso enfrente del nuestro, nos visitó para tomar café. ¡Ella estuvo
hablando con mi madre todo el día! Por la noche mi madre me explicó que esa
mujer quería ir de vacaciones, pero vivía sola y no había nadie para cuidar de
su gran perro, Rocky. Ella pidió ayuda. Mi madre aceptó y Rocky estuvo con nosotros dos semanas. Yo
me sentí muy feliz porque siempre había querido tener un perro.
Una semana más tarde, toda mi
familia estaba cansada y muy irritada. Rocky comió los zapatos de mi padre,
ladraba todo el tiempo (por la noche también) y destruyó nuestro sofá. Por fin,
me mordió en la pierna...
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